sábado, diciembre 22, 2007

mi navidad

En mi casa se comía pollo asado, ensalada de porotos verdes y tomate en la cena de Navidad. Eso era para nosotros una cena fina. Ese clima, con los olores de nuestra cocina y de todas las cocinas en preparativos. Escuchábamos el sonido de las pistolas espaciales que venían de la calle, el coro de objetos musicales que entraba por los ventanales.

Afuera la noche estaba negra como siempre y los pasajes de nuestra población se llenaban de muñecas que caminan, de bicicletas con flecos coloridos, timbres, patinetas, pelotas o un robot cuadrado no aerodinámico.

Recuerdo el olor a goma nueva de las muñecas y las ganas de comérmelas. Recuerdo a mis hermanos y sus ojitos brillantes abriendo regalos, los dulces, el vieeeejo árbol de Pascua, los adornos quebrados, las luces que no funcionaban (había que encontrar a lucecita jefa para que activara al resto).

Recuerdo que en mi casa nunca había scotch para envolver los regalos, que mi mamá se enojaba porque la tijera negra salía de la máquina de coser pero no volvía.

Recuerdo la leche asada y a mis padres haciendo milagros con las lucas. No era una navidad pirotécnica la nuestra y yo la amaba tanto! con las peleas en la mesa, el amurramiento de alguno, el silencio de mi padre, la alegría y la congoja de mi joven madre, su solera de verano, tan linda.

No puedo hacer que eso vuelva a mi vida y aún no encuentro cómo replicarlo.

domingo, noviembre 18, 2007

Yo no quiero que a mi niña


Siempre existe el riesgo de perderse. De chica creía en todo y a pesar de lo que pasara a mi alrededor, algo me protegía de los desencantos, de la melancolía y la tristeza ajena. Es un recurso infalible propio de la infancia el seguir adelante, sobrevivir los duelos y los lutos de los otros. En esa primera época, uno tenía la opción de desentenderse, de esquivar la mirada y continuar el juego, secarse las lágrimas, los mocos y el barro de las mejillas con la manga del chaleco y volver con la pelota a la calle. No importaba cuan grave fuera la noticia o el enojo de la madre, en el fuero más interno la vida seguía y uno quería disfrutarla. Yo fui de aquellas educadas bajo la mirada de las monjas, ajustada a la norma, buena y participativa, hasta que no lo fui más. A los 10 años componía canciones para el coro del colegio, organizaba cuanto evento había, hasta que no lo hice más. En ese tiempo yo estaba definitivamente a resguardo por obra de la divinidad y del milagro de mis cortos años hasta que ya no lo estuve más. Porque hay algo que a uno lo sostiene, la palabra de alguien, un sentimiento profundo -en mi caso- que hace pensar que uno será importante en la vida, sin saber de qué modo. Pero luego desaparece. A los 12 años yo creía y creaba y después ya no lo hice más. Supongo que fue la adolescencia la sombra aquella que vino a cubrirlo todo. El cuerpo distinto, desencajado, la nueva conciencia como de pecado original. Algo vino hacia mí y me rompió como un rayo. Seguramente no vino de afuera sino que fue un algo incubado. Porque, seguramente, en esa edad se diferencia con brutalidad lo que uno prometía ser y las huellas tempranas que emergen y que dificultarán el camino. A los 33 años pienso aún en ello, en qué momento adquirí el pánico escénico del que una amiga hablaba el otro día, cómo me fui escondiendo y sepultando. Pienso en ello con nostalgia porque en una época no tuve tanto miedo como hoy. Pienso en ello porque mi hija tiene 11 años y veo como las hormonas hacen sus estragos. Más de alguien me ha sentenciado a la repetición de la historia pero yo me niego a aceptarlo. Qué peligrosa etapa. A los 15 años yo me perdí y, sin Bat mitzva, sin ritual de iniciación, me caí. Yo he pensado otra cosa para ella.

viernes, octubre 19, 2007

Por qué me ignora el diablo


Contó Manuel que el diablo siempre lo acompaña, cada noche cuando se acuesta y cada mañana cuando se levanta. Se sienta atrás de él en las negociaciones; es una historia más de Fausto y Mefistófeles. Él dice que no puede arrancar y que cada tanto divisa al demonio en una esquina, hermoso y desafiante encarándole a dios su fracaso. Manuel se ríe y nos mira fingiendo humildad. "Yo no lo busco", exclama, pero las oportunidades llegan a su oficina.
Él cree que a todos nos pasa lo mismo pero yo sostengo que está equivocado. Yo, personalmente, lo he buscado muchísimas veces. Me he puesto vestidos rojos, negros, cortos, largos. Le he ofrecido mi alma, mi cuerpo y lo he gritado a los cuatro vientos, pero al parecer, yo no soy tan atractiva ante sus ojos.
Incluso una vez estuve a punto de hacer un juramento. Alguien dice de mí que es un falso deseo, pero la autenticidad sirve cuando uno pide a dios y yo con él ya no negocio hace rato.
Es probable que no resulten los estereotipos... estoy pensando cómo seducir al diablo o al menos entender por qué hasta ahora me ha ignorado.

viernes, octubre 05, 2007

Vas a dejarme

A veces pienso que me miras y me tienes paciencia sólo porque sabes que será un tiempo. Me disfrutas minuto a minuto como si la vida fuese a acabar. Dices que te lo enseñó la experiencia, que es parte de tu vital sabiduría... Tú tienes esas historias que yo no tengo.

No me abandonarás, me dejarás partir, intuyo secretamente. Un día me mirarás con tu gesto profundo:"Fa -me vas a decir- los dos supimos desde siempre que esto no duraría". Entonces yo agacharé la cabeza, apretaré la garganta y sujetaré mi berreo. Negaré hasta las últimas consecuencias, y argumentaré que nunca he sabido nada, salvo las adivinanzas de una bruja.

No tenía idea -repetiré hasta el cansancio- y si me hubieses dicho antes que de esto se trataba, me habría ahorrado la molestia de intentarlo.

Vas a dejarme. Es demasiado bueno para que sea eterno.
Vas a dejarme ¿verdad?. Lo dice mi madre a quien se lo dijo el tarot.
Vas a dejarme. Lo cree la parte de tí que tiene miedo.
Vas a dejarme ¿verdad?. Lo pienso yo y lo dice mi historia incompleta.

sábado, septiembre 29, 2007

miércoles, septiembre 26, 2007

no llegarás a ninguna parte así corriendo apurada. La ansiedad te hará tropezar, estas equivocada

lunes, septiembre 24, 2007















Alberto Montt

domingo, septiembre 23, 2007

Ladrones de fotografías


Ayer me encontré con el álbum familiar, uno de tapas con flores amarillas y moradas, de tela gruesa y áspera que siempre estuvo en el closet de la casa, en un lugar de exclusivo acceso de la madre.

Sería una mentira si dijera que me sorprendió ver espacios vacíos entre las páginas amarillentas de pegamento. Faltaban emblemáticas fotos de nuestra historia, lo sé aunque ya no recuerdo cuáles.

Somos todos unos rufianes huidos del nido, ladrones de aquellas imágenes que, según evaluamos desde lo individual, nos pertenecen. Yo por ejemplo, soy consciente de mi pecado. Un día regalé una foto en la que mi hermano Alberto aparece disfrazado de ciempiés y yo de doncella. Teníamos 5 y 6 años. No tuve piedad del patrimonio familiar, ni sentí una pizca de vergüenza al entregársela a alguien que seguramente hoy ya no le da ningún valor. Hoy me arrepiento
Mi hermano más grande se llevó un álbum entero con fotos de él. No sé por qué tuvo ese privilegio; siempre se supo que era suyo y es el único que guarda recuerdos desde que nació. Pero a mí me parece que es de todos.
Dispersas las fotografías familiares, tanto como nuestras vidas. Ver el álbum así me pareció por primera vez un sacrilegio, una falta de respeto, de mínima consideración hacia nuestro origen.

Entendí por fin la actitud de mi madre que desde hace algunos años ha venido recolectando fotos, incluyendo en ese ejercicio, otras tantas imágenes que no le pertenecen. Ahí hemos desatado una guerra entre su afán y mi necesidad de recuperar lo que ella me ha tomado. Es un duelo no declarado. Ella dice: "Fabiola, has visto las fotos que tenía guardadas en una bolsa, es que me faltan montones". Yo niego mi participación en los hechos y vigilo el escondite en que he puesto las fotografías usurpadas.

Mi madre, que se esmera por juntar los retazos.
Nosotros que rompimos nuestro álbum.
Después de repasar hoja por hoja llamé a mis hermanos.
En la noche pensé que moriría y que yo me había despedido, como suele hacerse en estos casos.

lunes, agosto 27, 2007

Cariño malo

Dicen que no llegaré a puerto contigo. Lo dijeron una vez los amigos y se lo dice ahora una bruja a mi madre. Yo... ¿No llegaré a puerto contigo?
Es cierto acaso que tu no mendigarías afuera de las catedrales por mí? No pedirías limosna en las esquinas por mí?

Dicen que no llegaremos a puerto mi amor pero de qué puerto hablan ellos. No es entonces un puerto donde estuvimos sentados aquel domingo tomando sol? ¿Qué es sino un puerto donde nos cobijamos en la noche, cada día que muere afuera?¿No es un puerto tu palabra, nuestra palabra?

Alguien me preguntó ayer cuál era mi historia.
Y entonces pensé en mi madre porque a ella también tengo que recordarle - a veces- que nunca dejaré de ser quien soy. Nací de un mar violento, y como Vallejo, un día en que dios estuvo enfermo. ¿Por qué cree ella que podría tener un amor mejor?
¿No entiende acaso que este cariño malo es el que me salva?

martes, julio 24, 2007

miedo a las hormigas

Siempre he sentido miedo y mucha vergüenza por tenerlo.
De niña me quedaba despierta hasta tarde para no dormir y no tener pesadillas. En aquella época pensaba en fantasmas, en almas en pena que me aplastaban y me robaban el aliento. En la mañana, al despertar, no quería levantarme porque un oso pardo me agarraría los pies y me arrastraría consigo bajo la cama.

Mi madre se desesperaba y en esa desesperación se irritaba. Yo no podía cumplir sus requerimientos: no podía cerrar la ventana si era ya de noche porque algo o alguien podría tirarme del brazo hacia afuera, no podía ir a buscar un vaso de agua a la cocina ( si era de noche) porque el cuadro del niño-diablo en el pasillo me lo impedía.

Tuve miedo a los perros, a las lechuzas blancas, a las mariposas nocturnas, a los gusanos, a la oscuridad, a los ladrones, a morir, a estar sola, a las hormigas.

¡Le tuve miedo a las hormigas! ¡Quién le teme a las hormigas!.
Fui blanco de las burlas de mis hermanos por eso, por no cruzar el patio si una hilera en batallón se atravesaba en mi camino.

Sólo hace algunos años terminé de dominar casi por completo mis miedos infantiles.
Y cuando pude explicarlos descansé profundo.

Ayer, sin embargo, estuve a punto de perder la cabeza. Fue una sola señal la que me dejó paralizada en la entrada de mi departamento - hasta antes de ese momento- seguro.

No podía llamar al conserje y explicarle lo que me pasaba porque se reiría.

No podía llamarlo pero tampoco me atreví a continuar con mi rutina. Estaba ahí, paralizada, intentando no repetir un episodio bochornoso que protagonicé hace algunos años, cuando luego de entrar en el descontrol total grité por ayuda a los vecinos. "¡Alguien se está entrando a mi casa!"- aullé aquella vez, histérica y suplicante. Pero no había nada, ni nadie, sólo mi pánico.

No podía llamar al conserje porque no mostraría semejante secreto en mi nuevo edificio. Tampoco pediría ayuda a mi madre.

Y ahí me quedé, pensando en osos pardos, hormigas, el reto de mi madre, la burla de mis hermanos y mi angustia.

Ahí me quedé varada, sentada en el suelo frente al ascensor, luego de que me atreví a decirte que sí, que era tan importante, no porque corriera peligro mi integridad física, sino porque yo había retrocedido a los 4, 6, 8, 10, 15 años, y necesitaba, contra toda la vergüenza que sentía, que te quedaras conmigo.

sábado, julio 21, 2007

La familia

David pregunta cuánto nos queremos, pero tú no entiendes lo que pide.

Yo comienzo a masticar mierda con tus frases desafortunadas y dudo, dudo de todo.

De la misma forma en la que invierto tanta energía en esta familia en la que creo, la que anhelo, la que me espera al final de la semana como un premio luego de haber corrido la rutina, de la misma forma, me alejo de la otra familia, la que tuve por defecto, la que me duele cuando recuerdo.

Y toda regla de amor, compañía y comprensión corre para este nuevo clan que armamos, no para el que por años me acompañó. Ya casi no los pienso y siento pena por ello.

En alguna época fuimos tan nuestros, comiendo sopaipillas durante las lluvias del invierno, caminando de regreso del colegio. Fuimos tan familia con nuestros odios de niños, con nuestra solidaridad de hermanos frente a la indiferencia de los adultos.

Actualmente parecemos arrancados de aquel seno por una fuerza centrífuga. Como si hubiésemos esperado la más mínima oportunidad para huír despavoridos. Cada movimiento nos ha alejado y cada palabra que decimos a nuestros hijos no corre para nuestros hermanos, ni para esa vida de antaño que nos separa, a la que le hemos dado vuelta la cara para seguir vivos.

No podemos volver atrás. Tenemos que seguir el camino.

domingo, junio 17, 2007

Engaño

No he aprendido a vivir mejor, sólo encontré una manera de explicarlo. Con la convicción de haber recorrido un camino me erguí heroica a ganar batallas, que por cierto, es para lo único que he servido con éxito. El problema es el objetivo: sortear los obstáculos que uno mismo pone, los mismos, los mismos, los mismos.

Nada ha cambiado y es lo más doloroso del palo que recibo. Me asfixia, me rompe las costillas, me pone el pie en el rostro, me lastima. Es la tía aquella la torturadora, el recuerdo cruel y descalificador. Y ahí estoy yo, a la deriva del humor de cualquier psicópata. ¿Crees que no lo sé?.
El peor error es ese sentimiento de mierda, aspiracional.

La Fabiola siempre está deseando -dice una amiga. Y es un problema.
Ya no quiero buscar más soluciones, ni planes alternativos.
De nada me sirve nada, ninguna de las razones que hasta ahora he sostenido!

Hoy sí me vendría bien una gripe bien grande, un hospital, un respirador artificial, un manto oscuro.

viernes, junio 15, 2007

Sin sentido

Soy de la maldita especie que no hace nada sin que tenga sentido. Es una torpeza de mi parte no dejarme llevar por trancos largos, descuidados, distraídos. Por esa tonta manía la caída es más dura. A veces las cosas pasan no más, y no es nada personal contigo po'. No es porque no diste el máximo, porque dios te castiga o porque te equivocaste. Pasan porque pasan y tu fuiste un evento más en otro orden, en otro camino que nada tiene que ver contigo.

jueves, mayo 31, 2007

jueves, mayo 10, 2007

...el mundo entero padece de obsesidad y a mí se me da tan bien morir de inanición...

miércoles, mayo 02, 2007

No dicho por nadie

dios
Haz un hueco en tus manos inmensas y déjame dormir ahí, mientras los pliegues de tu palma me abrigan, descuidados, los pies. Sálvame de tanto desamor y deja caer tu pelo haciendo noche en este día desierto. Haz brisa con un poco de tu aliento y deja que los ojos se queden por un minuto sobre mis huesos tendidos, para sentir que estás ahí. Ven y no me dejes explicar lo que sucede. No dejes que me ponga a tirar letras como piedras sobre el papel. Hazme dormir como una vez cuando era niña. Que tu abrazo aquiete mis movimientos, me proteja de los temblores, ahuyente las tormentas
y líbrame de todo mal, señor.

sábado, abril 21, 2007

Histeria de amor


Cuando me dices que no, entierras una daga en mi corazón.
Quisiera fuera al estilo del bolero más cebolla, uno de Manzanero pero es peor porque me hundo en un antiguo viaje.
Ahí no es el drama pasional el que me mata, si no cada uno de los cadáveres que he dejado en el camino. Es la vieja convicción de que siempre volveré al mismo sitio, porque haga lo que haga, nunca alcanza... sólo para una histeria de amor.

sábado, abril 14, 2007

Memoria


La memoria me trae problemas frecuentemente.
En una dimensión, tengo que lidiar con todos aquellos registros grabados a hierro caliente, muchos de ellos que a menudo me hacen trastabillar. Ahí, la memoria me friega, es imposible desconocerla y hay que buscar estrategias para vivir con las marcas, aceptarlas, exhibir las cicatrices y agarrarles cariño, como compañeras de camino que nunca dejarán de estar.

En otro plano, en cambio, la memoria ha desaparecido. Toda la información que he recibido a lo largo de mi vida se ha sumergido en un mar desordenado de vaguedades. Jamás puedo recurrir de manera rápida a un contenido que quiero citar. No sirven de nada los libros leídos, las películas vistas, los conocimientos adquiridos, a menos de que sean muy, pero muy significativos.

Mi memoria es una maldita idiota que sólo guarda lo que me hace sentido, y parece ser muy poco.

Carezco de catálogos mentales, de cajoncitos ordenados para guardar la información. Debe ser un castigo a la pedantería, o una manera de estar afuera de la tertulia, al margen de la conversación...

No sé.... pero no se fíen de mí porque de un segundo a otro puedo perder el hilo del tema que estamos hablando y quedar atrapada en un gesto que nada tiene que ver con el contexto.

No se fíen de mí porque puedo olvidarlos, y entonces ustedes sí recordarán que yo sólo guardo lo que me es significativo.

domingo, abril 08, 2007

domingo, marzo 25, 2007

Tuve que volverme creyente

Tuve que volverme creyente para tener algún santo al que recurrir en esta nueva vida que llevo.
He comenzado a elaborar plegarias para evocar a un ángel que se haga cargo de mi ente saboteador.

Después de 5 años de continuo análisis tengo ahora que pedirle a dios que le diga a mi misma que me deje en paz, que no se meta, que me deje continuar con el plan.

Parece un poco ridículo haber dado tanta vuelta para concluir que necesito volver a rezar. Desde que abandoné la terapia (abandonaaarrr????- diría el analista) no tengo con quien hablar, habito una soledad inmensa en la que tengo que resolver yo misma, sin la intervención de nadie, lo que me está pasando. Fue tan fácil decir que ya no necesito de un padre que me ordene la vida. Y ahora, la indefensión misma y ninguna contraparte que contenga el delirio.

Cada vez que tomo la bicicleta y salgo a la calle, cierro los ojos, aprieto los dientes y le echo pa 'elante, rogando que los autos no me arrollen. Pienso que puedo morir en cualquier momento, así como quedar en blanco cada mañana que voy al aire.

Da lo mismo tanta teoría elaborada porque igual ahora tengo que pedirle a dios que me deje vivir lo que durante años fantaseé en el diván.

domingo, febrero 11, 2007

Para Deeply

Vivir y no sentir la vergüenza de ser feliz.
(Vinícius de Moraes)

viernes, febrero 02, 2007

Él, Ella y Yo (y la sonrisa de Antonia)

Pudo ser peor, pero aún sonreírnos ante la sorna con que nos trata la vida. Ante la sorna con que tratamos nuestras vidas.

Ella me mira, seria, herida, no puede controlar el semblante. Yo le sonrío con solidaridad femenina y pienso:- "No es nada personal, querida. En otra circunstancia hasta hubiésemos sido amigas".

Luego ella sonríe y se escuda en los arrumacos de su hija Catalina.

Ese que es el padre tiene sonrisa de cobarde. El gesto de sus cejas da explicaciones por el "error" cometido, por el engaño, por el abandono del que es autor.

Yo sonrío impecable e implacable. Porque no debo nada y me deben todo.

Antonia es la única que sonríe genuinamente. Tiene derecho y lo disfruta. Ha esperado demasiados años para ese momento y no hay nada que pueda interferir con su deseo.

Nada, ni nuestras tensas muecas, ni nuestra torpe conversación para salir del paso.

Estamos ahí parados frente al Sr. del Consulado. - "Yo soy el padre y ella es la madre de la niña"- le dice Él al funcionario. "Somos los padres"- repite, y yo respiro profundo porque cada cosa ha vuelto a su lugar.

jueves, enero 18, 2007

Gracias por el regalo

Mis amantes debieran saber que es muy fácil hacerme feliz con un gesto como el tuyo.
Como abrir el mail y encontrarme con este regalo.
Gracias Alberto.