martes, septiembre 25, 2012

Sueño de familia

Anoche soñé con mi familia. Estábamos todos contentos. Había mucho movimiento en la casa, olor a canela expulsado al abrir y cerrar la puerta de la cocina, el vapor de una olla que hervía los porotos verdes tiernos, el aroma de pollo saliendo del horno junto al dulzor de la leche asada, la alegría y el ajetreo típico de las vísperas de fiestas que lo entusiasman tanto a uno cuando es niño.
 
En mi familia éramos todos: los cuatro hijos, los padres, las parejas de los hijos, los nietos. Corríamos en preparativos porque estábamos participando activamente de las fiestas de Navidad que se hacían en las plazoletas llenas de vecinos, guirnaldas y luces.
 
Era nuestra casa de infancia. Las mismas paredes estampadas, sucias con nuestras manos de tierra de niños, los mismos pasillos con olor a cera, la grada roja azotada al sol afuera del ventanal.
 
Era extraño porque éramos grandes y chicos. Todo se movía muy rápido. Hacíamos disfraces para la Josefa, carteles de colores, globos, huevos de pascua decorados. También estaba la Antonia, la Alfonsina, el Pedrito. Tenía una felicidad así como de viendo el Gato Felix, todos metidos en la cama de los viejos, comiendo harina tostada con y sin leche una mañana de domingo.
 
De pronto, como en toda narración, la cosa comenzó a cambiar. El piso se llenó de agua y excremento por todos lados y no había cómo detenerlo. Yo miraba mis pies pero se quedaban pegados en el suelo y el agua corría y corría de una filtración indeterminada y sin arreglo.
 
Entonces pensé en lo obvio de mi sueño.
 
Ya no éramos niños.
 
No vivíamos en esa casa.
 
Ya no habíamos cuatro hijos.
 
No teníamos esa alegría, que probablemente nunca tuvimos.
 
No estabas. Por sobre todo, no estabas y no estarás más.
 
Luego pasé a otra imagen. La insoportable escena de ser cinco: mi papá, mi mamá, el Poncho, la Choli y yo sentados en el living de la casa de Limache. ¡Cuánto habremos durado en ese cuadro innombrable! Nos dispersamos como hormigas arrancando del agua lo antes que pudimos, antes que nadie alcanzara a apreciar tu falta.
 
Pero no podemos obviarla. Llevamos tantos días intentando despedirte pero no hay comida, vino ni conversación que valga.

domingo, septiembre 23, 2012

Aroma

Recuerdo complejo: el aroma a tierra mojada, a cemento mojado, mientras la madre con su vestido de primavera riega las plantas. Mi súplica para que moje el muro que da al jardín y mi boca, mi nariz infantil tratando de comer, lamer, mascar ese cemento terroso, como si fuera la única forma de absorverlo todo...

domingo, agosto 16, 2009

La tía Juana

Hay dolores que nunca pasan. Por eso la tía Juana cuando ya todos suponíamos que se estaba muriendo decía: ¡Cálmenme el alma!  
Me imagino que en su sueño soporoso veía la típica luz blanca al final del túnel y exclamaba ¡Qué rico! Podía ser también que le acabábamos de dar agua, pero yo estoy convencida de que esa expresión plácida era más por la divinidad que ella suponía la estaba viniendo a buscar. Lo extraño es que repentinamente le cambiaba el gesto, como si un espectro negro, con sombrero alón y a caballo le soplara la espalda. Entonces abría los ojos con espanto, se arrepentía de iniciar ese viaje y persistía en seguir viva. "¡Ay me duele!"-decía "¡Por qué! ¡Por qué! no lo logro entender"- se agitaba. Rodeando la cama, nos alarmábamos por ese quejido y porque no podíamos ayudarla. Le preguntábamos si sentía frío o algún tipo de dolor físico y ella decía que nada.
 
Sabíamos que no era eso. Ya lo había repetido varias veces: lo que le dolía era el alma, pero como en ese ámbito de cosas no aportaba nuestra asistencia, seguíamos dándole agua.
 
Hay dolores que no se superan, me decía también una amiga el otro día. Y tiene razón. Todavía yo, luego de más de una década de sucedidos ciertos hechos, abro la puerta a ciertos pasajes y tengo que respirar dentro de un cartucho para volver a tranquilizarme.
 
Uno sigue su vida pero en cualquier momento un golpe a los sentidos puede llevarte a recorrer las calles de la infancia, oler aromos, rosas, moras caídas en el suelo afuera de la iglesia Los Pasionistas, y se acaba todo.
 
A mí también me duele como a mi tía Juana. Por eso mi corazón es un terreno baldío. Nada que caiga en él sobrevive. Y aunque arme teorías de mi madurez psicológica, la única evolución que he experimentado es saber que negar es la única alternativa que a veces queda.
 
Yo supongo que a última hora, mi tía recordó que se pasó la vida negando. No le convino morir entonces, y dio más semanas de batalla aunque el cuerpo le siguiera diciendo a cada rato que no había forma de quedarse.
 
Tal vez ahora le duele menos.
Ahora sí que se está apagando.

martes, abril 07, 2009

inercia

No es que padezca de nada grave, pero debo reconocer que el mal que me aqueja se parece a la muerte. Atrapada entre los pliegues de la cama permanezco gran parte del tiempo.
 
Pensaba que durante la adolescencia debieron ser los cambios de la edad, esa depre media pose que tenía. Pero la tendencia a la inactividad fue ganando espacio. Los fines de semana soleados prefería bajar las persianas de mi dormitorio y cerrar los ojos bajo las sábanas. Sentía mi cuerpo largo,laxo, pesado. Los brazos me sobraban y un cáncer se apoderaba de mis pechos, la debilidad de las venas de mis muñecas, y la idea de que mi cuerpo no funcionaba.
 
Entonces optaba por perderme el transcurso del mundo allá afuera. Algunos creían que me había convertido en una floja, otros que era mi delgadez extrema; mi madre decía que estaba mal alimentada y oxigenada.
 
Yo pensé que con el tiempo me levantaría. Y supongo que lo hice, hasta hace poco tiempo que divisé mi boca pegada a la cama. Mientras sigo sin hacer nada enumero las cosas que me pierdo y las que dejo de hacer cada día.

viernes, agosto 29, 2008

Dijo que durante muchos años ella fue el brazo armado de mi ira contenida. Ahora tengo que explicarle que no necesito que lo siga siendo. El lugar era el mismo, un templo al que llegué un poco por impulso de la contingencia y otro poco por el deseo de querer volver.

Abrió la puerta y como quien dice "Buenos días" hablaba de mi vida con tal conocimiento que me dio terror. Estaba fuera de práctica y ahí enfrente mío, "Padre" – como le decimos- exhibió sus apuntes mentales de mí y de mi vida.

Dijo, con la calma que lo caracteriza, que sólo se trata de su propia neurosis, del material de vida con el que le tocará lidiar. Mi legado, la herencia que no pedimos pero que arrastramos.

viernes, agosto 15, 2008

out to get you

I'm so alone tonight
My bed feels larger than when I was small
Lost in memories
Lost in all the sheets and old pillows
So alone tonight
Miss you more than I will let you know
Miss the outline of your back
Miss you breathing down my neck
They're all out to get you
Once again they are all out to get you
Once again

Insecure, what you gonna do
Feel so small they could step on you
Called you up, answering machine
When the human touch
Is what is need
What I need (X4)
Is you
I need you


Looked in the mirror, I don't know who I am anymore
The face is familiar
But the eyes, the eyes give it all away
They're all out to get you
Once again they're all out to get you
Here they come again (X8)
Insecure what you gonna do
Feel so small they could step on you
Called you up, answering machine
When the human touch
Is what I need
What I need (X8)
Is you (X6)
If you let me breathe (X5)
They're all out to get you
Once again
To get you
Once again

domingo, junio 15, 2008

La familia!!!

Las cosas cambian, lo dices a menudo cuando mi desesperanza vuelve rígido el futuro. Y tienes razón. La vida se mueve, las partículas se acomodan sin nuestro examen ni control. Y hay sorpresas.

Mi familia dolorosa, por ejemplo, ha cambiado el gesto por estos días, como un animal golpeado que de pronto se vuelve afable.

Los últimos años no fueron fáciles para nuestros encuentros. Fallamos en cada intento; en cada almuerzo, tenso, podía llegar a sonar la copa aquella a la que le temíamos, la que sacaría el cadáver del ropero como en "La Celebración".

En cualquier momento alguno de nosotros podía tirar del mantel para que quedara claro que estaba viva nuestra tragedia fundacional.

Mi hermano y yo nos hicimos especialistas en ello durante un tiempo. Nos peleábamos ante la vista de nuestros padres como reclamando un límite que nunca tuvimos, algún orden que nos hiciera retroceder.

Tantas veces nos sumergió la ira, tantas veces la sensación amarga por la torpeza, el exceso, el haber querido acariciar y no dañar.

Hace algunos años mis padres se separaron después de casi 40 años de matrimonio. Yo predije que otras fuerzas vendrían a reacomodarlo todo. Mi madre se fue de la casa y mi padre cayó por primera vez en un silencio que no deseaba. Fue una gran crisis, de esas que aparentan tranquilidad pero que pueden secar el alma sin que nos demos cuenta. Para él la soledad, para nosotros la dispersión total.

Nunca antes estuvimos tan lejos. Yo pensé "hasta aquí llegamos". Porque no era simplemente que ellos se separaran, su separación en sí era la caída de lo que tímidamente nos sostenía, nos relacionaba. Mientras más lejos, más a salvo.

Por alguna razón que no debe haber sido despreciable nos desentendimos al máximo.

Hoy, por algo que tampoco alcanzo a dimensionar, nos acercamos.

¿Qué cambió?... No lo sé, tal vez que la antigua casa de Los Andes quedó en el pasado,  ya no hay testigos como las paredes del pasillo, el palto, la hamaca. Tal vez porque mis padres se volvieron a juntar pero no con la intención de ser los mismos (mi madre toma clases de arte y restauración).

Todos, de alguna manera dimos vuelta la página para continuar el relato.

Hoy ya no me duele la familia, hoy siento tranquilidad y felicidad infantil cuando nos encontramos.