martes, abril 07, 2009

inercia

No es que padezca de nada grave, pero debo reconocer que el mal que me aqueja se parece a la muerte. Atrapada entre los pliegues de la cama permanezco gran parte del tiempo.
 
Pensaba que durante la adolescencia debieron ser los cambios de la edad, esa depre media pose que tenía. Pero la tendencia a la inactividad fue ganando espacio. Los fines de semana soleados prefería bajar las persianas de mi dormitorio y cerrar los ojos bajo las sábanas. Sentía mi cuerpo largo,laxo, pesado. Los brazos me sobraban y un cáncer se apoderaba de mis pechos, la debilidad de las venas de mis muñecas, y la idea de que mi cuerpo no funcionaba.
 
Entonces optaba por perderme el transcurso del mundo allá afuera. Algunos creían que me había convertido en una floja, otros que era mi delgadez extrema; mi madre decía que estaba mal alimentada y oxigenada.
 
Yo pensé que con el tiempo me levantaría. Y supongo que lo hice, hasta hace poco tiempo que divisé mi boca pegada a la cama. Mientras sigo sin hacer nada enumero las cosas que me pierdo y las que dejo de hacer cada día.

2 comentarios:

nadie dijo...

a ver si te animas a dialogar entre post y post, de blog a blog por cacofónico que suene

un abrazo

P dijo...

La vida es esto. Prestémosle atención a los
detalles. Al calorcito humeante del pis, a sacar la basura, a viajar apretados
en colectivo. Si no disfrutamos eso, ¿qué nos queda?