domingo, mayo 18, 2008

No quiero, no puedo, probaré

La única conclusión que tuvimos que sacar pasado el tiempo fue que la inteligencia no bastaba. Que aquel currículum de los padres con hijos brillantes serviría sólo para la escuela pero no certificaría el destino. Por eso, pasados los años, observamos la historia y los pedazos que dejamos en el camino y movemos la cabeza para asentir que más vale funcional que inteligente. Un par de nosotros lo sabe de sobra, independiente del camino que hayamos escogido.

Recuerdo nunca haberme esforzado por nada, porque el esfuerzo para nosotros estaba desacreditado. Todo lo que costaba un poco, todo lo que no era talento natural se iba al tarro de la basura. Y así hicimos gala de nuestra mala conducta y nuestras buenas notas.

Y ahí comenzó lo que posteriormente sería mi caída cuando constatara con espanto que efectivamente no era brillante en nada. En nada al menos que sacara aplausos. Había crecido en un grupo de súper inteligencias y no tenía cómo responder a ese mandato. Ante eso la mejor opción fue siempre abandonar o paralizarse.

Mi madre nos contaba cuando niños la historia de tres hermanos. Ante los desafíos de la vida, el primero decía no quiero, el segundo no puedo y el tercero probaré.

Haciendo honor a la moraleja de ese relato he tratado de enmendar la ruta. Pero intentar no basta si no se está convencido.
Por eso busco entre lo que tengo, divago, doy vuelta en mis archivos para ver si hay alguna otra narración que me ayude a cambiar mi historia.