viernes, marzo 28, 2008

Recuerdos...

Recuerdo de niña la calle larga que me llevaba a la escuela, el camino de vuelta, la atmósfera gris con ese cielo cargado de lluvia en el invierno. Las pisadas en el suelo del montón de niños que volvían como yo a sus casas. Recuerdo las hojas secas caídas en el pavimento y el cerro de la Virgen que aparecía a un costado con sus mitos, extraños personajes y las fantasías que guardábamos de los relatos adultos. Ahí, en su entrada, boca oscura de lobo, pasaban cosas malas, como malo era lo que sucedía en la casa del Jorge y la Paola, los hermanos López a los que les pegaban por regalarnos granadas desde el portón, a la salida del colegio.

Recuerdo que una vez mis compañeras de curso huyeron de mí, yo corrí detrás de ellas para alcanzarlas..

Recuerdo los adoquines de la vereda, el envoltorio vacío de las Negritas de chocolate que yo coleccionaba, en el suelo (antes traían el dibujo de una negra con pañuelo en la cabeza, como la del cuento "Nadie quiere jugar con la niña negra").Recuerdo las rayas del piso, los cuadros, los diseños, los pies de los ancianos contemplando la vida desde las puertas de sus casas de adobe  y fachada continua, aquellas casas oscuras con un olor a rancio que se asomaba hasta afuera. Recuerdo sus manos apoyadas en un bastón café como las pecas de la vejez. Me acuerdo de don Jesús y su bigote blanco.

Recuerdo esa calle con cada uno de sus olores. Pasé por ahí tantas veces. Temí a que saliera el lobo en esas noches oscuras, a mis 7 años, a las 7 de la tarde, bajo el cielo de Los Andes que es negro; bien sabrá quien lo conoce.

Habían aullidos de perros, un niño calvo que decían lo habían dejado así los pacos por marihuanero.

Tuve tanto miedo a veces al volver, porque pensaba que ese paisaje era trágico, que en cualquier momento se iba a desencadenar algo terrible en ese aire tibio y dulzón del otoño. Yo recogía una angustia que me era ajena.

Yo sabía a mis cortos años que algo raro había en el hecho de que mi vecina Claudia no fuera al colegio y se quedara durmiendo la siesta con su papá.

Cada casa, a esa hora del día dejaba entrever esa brutalidad naif, esa sordidez propia de la gente de campo o de pueblo, donde se permiten cosas tales como el incesto. Era un lugar tan tranquilo pero un poco violento.

Tantos recuerdos que tengo...

lunes, marzo 24, 2008

Están todos afuera buscándote

Por las noches, la familia se agrupaba en torno a una fogata en la playa, dando la espalda a una especie de campamento gitano que se armaba en los veranos. Ahí comenzaba el espectáculo. Las tías y los tíos celebraban las gracias de las primas, que por cierto, yo consideraba des-agraciadas. Cantaban con la falta de pudor que caracteriza a los desafinados y reafirmaban en el aplauso colectivo la percepción de un talento que no poseían.

Yo las miraba con piedad, pero más adelante supe que con rabia. A los 7 años yo tocaba la guitarra que mi madre me había enseñado y jugaba con mi papá a identificar los instrumentos musicales en las canciones. Fue el único talento que recuerdo vieron en mí por esa época y justamente el que me decidí a jamás mostrar. Por eso en aquellas alborotadas fiestas nunca cedí a la petición del público, jamás canté para ellos y no sé por qué si siempre quise hacerlo. Me negué hasta que se cansaron.

Dijeron que yo era "especial" como mi padre, lo que aseguro no era ningún cumplido.

Alguien debió haber visto lo que pasaba y adelantarse al hecho que esa experiencia me acompañaría toda la vida. Suelo decir que estoy sola, pero en principio todos estaban afuera buscándome.

miércoles, marzo 19, 2008

Duerme dios

No sé cómo va a acabar esto. En algún tiempo el desafío era emplazar a dios para que me salvara. Si era tan bueno y tan clemente, alguna cosa habría de hacer antes de que mi cara terminara contra el piso.

Pero Luisa dice que el tema con dios es que está durmiendo una siesta. Después de hacer tanta creación dijo que se iría a dormir un rato..(Y hay que decir que un rato para dios no es lo mismo que para nosotros, por eso seguimos esperando).

Yo de igual forma le susurro al oído, le soplo como en una caricia para que en su inconsciente algo quede ¿Cómo será el inconsciente de dios? Claro como el agua o como un volcán terrible que emana vida.

¿Cómo será el despertar de dios? Será acaso estirando los brazos, perezoso, recordando a la distancia tanta cosa que le dijeron mientras dormía. O estará enojado como niño que no sacó el sueño, irritado de su mal descanso interrumpido por tanta plegaria humana.