viernes, agosto 29, 2008

Dijo que durante muchos años ella fue el brazo armado de mi ira contenida. Ahora tengo que explicarle que no necesito que lo siga siendo. El lugar era el mismo, un templo al que llegué un poco por impulso de la contingencia y otro poco por el deseo de querer volver.

Abrió la puerta y como quien dice "Buenos días" hablaba de mi vida con tal conocimiento que me dio terror. Estaba fuera de práctica y ahí enfrente mío, "Padre" – como le decimos- exhibió sus apuntes mentales de mí y de mi vida.

Dijo, con la calma que lo caracteriza, que sólo se trata de su propia neurosis, del material de vida con el que le tocará lidiar. Mi legado, la herencia que no pedimos pero que arrastramos.

viernes, agosto 15, 2008

out to get you

I'm so alone tonight
My bed feels larger than when I was small
Lost in memories
Lost in all the sheets and old pillows
So alone tonight
Miss you more than I will let you know
Miss the outline of your back
Miss you breathing down my neck
They're all out to get you
Once again they are all out to get you
Once again

Insecure, what you gonna do
Feel so small they could step on you
Called you up, answering machine
When the human touch
Is what is need
What I need (X4)
Is you
I need you


Looked in the mirror, I don't know who I am anymore
The face is familiar
But the eyes, the eyes give it all away
They're all out to get you
Once again they're all out to get you
Here they come again (X8)
Insecure what you gonna do
Feel so small they could step on you
Called you up, answering machine
When the human touch
Is what I need
What I need (X8)
Is you (X6)
If you let me breathe (X5)
They're all out to get you
Once again
To get you
Once again

domingo, junio 15, 2008

La familia!!!

Las cosas cambian, lo dices a menudo cuando mi desesperanza vuelve rígido el futuro. Y tienes razón. La vida se mueve, las partículas se acomodan sin nuestro examen ni control. Y hay sorpresas.

Mi familia dolorosa, por ejemplo, ha cambiado el gesto por estos días, como un animal golpeado que de pronto se vuelve afable.

Los últimos años no fueron fáciles para nuestros encuentros. Fallamos en cada intento; en cada almuerzo, tenso, podía llegar a sonar la copa aquella a la que le temíamos, la que sacaría el cadáver del ropero como en "La Celebración".

En cualquier momento alguno de nosotros podía tirar del mantel para que quedara claro que estaba viva nuestra tragedia fundacional.

Mi hermano y yo nos hicimos especialistas en ello durante un tiempo. Nos peleábamos ante la vista de nuestros padres como reclamando un límite que nunca tuvimos, algún orden que nos hiciera retroceder.

Tantas veces nos sumergió la ira, tantas veces la sensación amarga por la torpeza, el exceso, el haber querido acariciar y no dañar.

Hace algunos años mis padres se separaron después de casi 40 años de matrimonio. Yo predije que otras fuerzas vendrían a reacomodarlo todo. Mi madre se fue de la casa y mi padre cayó por primera vez en un silencio que no deseaba. Fue una gran crisis, de esas que aparentan tranquilidad pero que pueden secar el alma sin que nos demos cuenta. Para él la soledad, para nosotros la dispersión total.

Nunca antes estuvimos tan lejos. Yo pensé "hasta aquí llegamos". Porque no era simplemente que ellos se separaran, su separación en sí era la caída de lo que tímidamente nos sostenía, nos relacionaba. Mientras más lejos, más a salvo.

Por alguna razón que no debe haber sido despreciable nos desentendimos al máximo.

Hoy, por algo que tampoco alcanzo a dimensionar, nos acercamos.

¿Qué cambió?... No lo sé, tal vez que la antigua casa de Los Andes quedó en el pasado,  ya no hay testigos como las paredes del pasillo, el palto, la hamaca. Tal vez porque mis padres se volvieron a juntar pero no con la intención de ser los mismos (mi madre toma clases de arte y restauración).

Todos, de alguna manera dimos vuelta la página para continuar el relato.

Hoy ya no me duele la familia, hoy siento tranquilidad y felicidad infantil cuando nos encontramos. 

domingo, mayo 18, 2008

No quiero, no puedo, probaré

La única conclusión que tuvimos que sacar pasado el tiempo fue que la inteligencia no bastaba. Que aquel currículum de los padres con hijos brillantes serviría sólo para la escuela pero no certificaría el destino. Por eso, pasados los años, observamos la historia y los pedazos que dejamos en el camino y movemos la cabeza para asentir que más vale funcional que inteligente. Un par de nosotros lo sabe de sobra, independiente del camino que hayamos escogido.

Recuerdo nunca haberme esforzado por nada, porque el esfuerzo para nosotros estaba desacreditado. Todo lo que costaba un poco, todo lo que no era talento natural se iba al tarro de la basura. Y así hicimos gala de nuestra mala conducta y nuestras buenas notas.

Y ahí comenzó lo que posteriormente sería mi caída cuando constatara con espanto que efectivamente no era brillante en nada. En nada al menos que sacara aplausos. Había crecido en un grupo de súper inteligencias y no tenía cómo responder a ese mandato. Ante eso la mejor opción fue siempre abandonar o paralizarse.

Mi madre nos contaba cuando niños la historia de tres hermanos. Ante los desafíos de la vida, el primero decía no quiero, el segundo no puedo y el tercero probaré.

Haciendo honor a la moraleja de ese relato he tratado de enmendar la ruta. Pero intentar no basta si no se está convencido.
Por eso busco entre lo que tengo, divago, doy vuelta en mis archivos para ver si hay alguna otra narración que me ayude a cambiar mi historia.

viernes, marzo 28, 2008

Recuerdos...

Recuerdo de niña la calle larga que me llevaba a la escuela, el camino de vuelta, la atmósfera gris con ese cielo cargado de lluvia en el invierno. Las pisadas en el suelo del montón de niños que volvían como yo a sus casas. Recuerdo las hojas secas caídas en el pavimento y el cerro de la Virgen que aparecía a un costado con sus mitos, extraños personajes y las fantasías que guardábamos de los relatos adultos. Ahí, en su entrada, boca oscura de lobo, pasaban cosas malas, como malo era lo que sucedía en la casa del Jorge y la Paola, los hermanos López a los que les pegaban por regalarnos granadas desde el portón, a la salida del colegio.

Recuerdo que una vez mis compañeras de curso huyeron de mí, yo corrí detrás de ellas para alcanzarlas..

Recuerdo los adoquines de la vereda, el envoltorio vacío de las Negritas de chocolate que yo coleccionaba, en el suelo (antes traían el dibujo de una negra con pañuelo en la cabeza, como la del cuento "Nadie quiere jugar con la niña negra").Recuerdo las rayas del piso, los cuadros, los diseños, los pies de los ancianos contemplando la vida desde las puertas de sus casas de adobe  y fachada continua, aquellas casas oscuras con un olor a rancio que se asomaba hasta afuera. Recuerdo sus manos apoyadas en un bastón café como las pecas de la vejez. Me acuerdo de don Jesús y su bigote blanco.

Recuerdo esa calle con cada uno de sus olores. Pasé por ahí tantas veces. Temí a que saliera el lobo en esas noches oscuras, a mis 7 años, a las 7 de la tarde, bajo el cielo de Los Andes que es negro; bien sabrá quien lo conoce.

Habían aullidos de perros, un niño calvo que decían lo habían dejado así los pacos por marihuanero.

Tuve tanto miedo a veces al volver, porque pensaba que ese paisaje era trágico, que en cualquier momento se iba a desencadenar algo terrible en ese aire tibio y dulzón del otoño. Yo recogía una angustia que me era ajena.

Yo sabía a mis cortos años que algo raro había en el hecho de que mi vecina Claudia no fuera al colegio y se quedara durmiendo la siesta con su papá.

Cada casa, a esa hora del día dejaba entrever esa brutalidad naif, esa sordidez propia de la gente de campo o de pueblo, donde se permiten cosas tales como el incesto. Era un lugar tan tranquilo pero un poco violento.

Tantos recuerdos que tengo...

lunes, marzo 24, 2008

Están todos afuera buscándote

Por las noches, la familia se agrupaba en torno a una fogata en la playa, dando la espalda a una especie de campamento gitano que se armaba en los veranos. Ahí comenzaba el espectáculo. Las tías y los tíos celebraban las gracias de las primas, que por cierto, yo consideraba des-agraciadas. Cantaban con la falta de pudor que caracteriza a los desafinados y reafirmaban en el aplauso colectivo la percepción de un talento que no poseían.

Yo las miraba con piedad, pero más adelante supe que con rabia. A los 7 años yo tocaba la guitarra que mi madre me había enseñado y jugaba con mi papá a identificar los instrumentos musicales en las canciones. Fue el único talento que recuerdo vieron en mí por esa época y justamente el que me decidí a jamás mostrar. Por eso en aquellas alborotadas fiestas nunca cedí a la petición del público, jamás canté para ellos y no sé por qué si siempre quise hacerlo. Me negué hasta que se cansaron.

Dijeron que yo era "especial" como mi padre, lo que aseguro no era ningún cumplido.

Alguien debió haber visto lo que pasaba y adelantarse al hecho que esa experiencia me acompañaría toda la vida. Suelo decir que estoy sola, pero en principio todos estaban afuera buscándome.

miércoles, marzo 19, 2008

Duerme dios

No sé cómo va a acabar esto. En algún tiempo el desafío era emplazar a dios para que me salvara. Si era tan bueno y tan clemente, alguna cosa habría de hacer antes de que mi cara terminara contra el piso.

Pero Luisa dice que el tema con dios es que está durmiendo una siesta. Después de hacer tanta creación dijo que se iría a dormir un rato..(Y hay que decir que un rato para dios no es lo mismo que para nosotros, por eso seguimos esperando).

Yo de igual forma le susurro al oído, le soplo como en una caricia para que en su inconsciente algo quede ¿Cómo será el inconsciente de dios? Claro como el agua o como un volcán terrible que emana vida.

¿Cómo será el despertar de dios? Será acaso estirando los brazos, perezoso, recordando a la distancia tanta cosa que le dijeron mientras dormía. O estará enojado como niño que no sacó el sueño, irritado de su mal descanso interrumpido por tanta plegaria humana.

lunes, febrero 25, 2008

Nunca vi a mi madre tan abatida como esa noche. Se agarraba la cabeza entre las dos manos, luego extendía los dedos y la palma derecha para cubrirse los ojos en un gesto como de vergüenza, para tocar su frente como si estuviera afiebrada.

"Qué hicimos de mal para que nuestros hijos hayan salido así", se lamentaba con desconsuelo, desahogándose frente a mí, como si yo no fuera parte involucrada.

Se sentía fracasada.

Por primera vez vi en su cara la decepción de tener cuatro hijos que no eran lo que esperaba. Y no es que ella fuera una de aquellas que presionan con las expectativas maternas, no, ella siempre apoyó los proyectos personales, los caprichos y se entendió con las singularidades de cada uno de nosotros.

 Sufría porque no logró grabar en su descendencia alguna fe o creencia religiosa parecida a la suya.

"Lo importante es tener en qué apoyarse en los momentos difíciles", decía, argumentando que su vida había sido mejor encomendada a dios, justo en el momento en el que la religión no le servía.

Mi madre estaba derribada y yo tenía que pararla. Intenté esbozar alguna palabra pero me interrumpió sin querer escucharme. "Ya sé lo que vas a decir pero yo no me estoy refiriendo a eso"- lanzó con amargura.

Después de enumerar las falencias de cada uno de nosotros se excusó diciendo que no se trataba espeialmente de mí.

Yo entendí su estado de ánimo pero hoy viene a mí esa imagen como si por única vez se hubiese hecho presente la implícita sentencia de que ninguno de nosotros servía, salvo uno de nosotros que tuvo mejor oráculo.

Sufría porque va a jubilar, porque a sus 65 años aún "los niños" le dan problemas. Yo me sentí miserable, ¡cómo no poder darle alguna retribución a esa edad a los padres! Entonces recogí el rollo de mis pesares y mi contingencia, avergonzada de tenerlos así de expuestos.Y me quedé sin regreso, sin padre y sin madre de un plumazo, justo ahora que quisiera volver a Los Castaños.

viernes, febrero 22, 2008

Buenos días, señor abismo

Cristián Warnken
El Mercurio
Jueves 21 de Febrero de 2008
Hoy siento la derrota de ser hombre, porque he metido mis pies en el abismo y no puedo sacarlos de ahí; porque vago con una débil lámpara que se apaga, en una larga noche de tormenta, y toco puertas que no se abren, y tiemblo de terror y pena como un niño.
Soy una hoja batida por el viento, una casa en ruinas, un árbol caído y sin raíces. Soy el derrotado, el fulminado, el caído. Soy el hombre, el mamífero que piensa y ríe, el que se creyó Dios -y bailó sobre la tumba de Dios-, pero que -sin aviso- es ahora el gusano que repta y clama. ¿Y quién lo escucha?
A veces hablo en voz alta como un loco, un loco que ríe y llora al mismo tiempo, a veces caigo de rodillas, a veces miro mi propio rostro reflejado en el agua y no me reconozco. ¿Quién eres? -me pregunta una vieja voz que me parece familiar-, y digo "No sé". "¿Tú no eres acaso el hombre, el que leía poemas a voz en cuello, el que hacía preguntas hermosas, el que creía en la palabra, el que acunaba certezas?". "No -le digo-. Yo soy el derrotado, ábreme por favor tu puerta, dame un poco de luz". La voz tose, cierra los postigos, me pide que me aleje de ahí, como un leproso. Soy un leproso, un sarnoso, llevo la peste de la duda, la fiebre del dolor pegada a la piel, soy una pura desolladura. Una desolladura que camina a la intemperie. Un abismo con el cuerpo de un hombre, con dos pies, dos manos, una camisa abotonada, un abismo con cabellos, con células, con ojos. Un abismo con carné de identidad, un abismo con familia, sueldo, amigos, casa..., pero un abismo. Un abismo que está de vacaciones, un abismo que lee los periódicos, come sushi, duerme la siesta. El que se sienta conmigo a conversar conversa con un abismo, el que me abrace abrazará a un abismo, el que haga negocios conmigo no debe olvidar que soy un abismo. Voy al baño, como, pago las cuentas, pero soy un abismo. Antes lo había leído, pero ahora lo sé. El abismo ya no es sólo una palabra abstracta que leí alguna vez en Pascal o Baudelaire. No, el abismo se instaló en mi casa, usa mis pantuflas, mi piyama, se acuesta con mi mujer.
Me siento en una silla, la silla no puede tapar el abismo, porque soy el abismo. Me duermo abismo, me despierto abismo. Un abismo que llora... ¿Hay algo más impresionante que un abismo que llora?
Ya viene marzo -piensas-, todo volverá a la normalidad: llevarás a tu hijo al colegio, irás a reuniones, preguntarás por la tasa de interés de un crédito. Pero, ¿podrás hacer todo eso sabiendo que eres abismo? Sabes que cada vez que lloras eres más abismo aún, y te pones la corbata y lloras, y los zapatos y tus pies lloran. Pero te levantarás. Que un abismo se levante a las siete de la mañana es un milagro. Pero lo harás y entrarás a un cajero automático, y el dinero pasará por las manos del abismo.

viernes, febrero 15, 2008

Mar maldito



Intentaba reconstruir una y otra vez el castillo, pero el mar irremediablemente estiraba su brazo espumoso y lo derrumbaba.

Estuvo en ese transe durante horas, sin reflexión alguna, aferrada a la idea de que lograría salvarlo. Enterraba sus manos en la arena y cavaba con toda la rapidez que podía para levantar la muralla que duraría segundos antes de que el agua volviera a tragarla. No había tiempo para detenerse…seguramente sus uñas estaban negras, con granos de arena dolorosamente infiltrados más arriba de lo que permite la parte despegada de la carne. Pero ella no cejaba porque había armado un castillo y eso era lo que defendía. Una y otra vez alzaba los brazos, agitaba el balde, volcaba la pala sin éxito.

En ningún minuto pensó que el problema radicaba en el lugar donde emplazaba su obra de arte. ¿Nunca nadie le dijo acaso que torre que se hace a orilla de la playa se la lleva la marea? Evidentemente nadie se lo explicó ni iba a decírselo tampoco, ni siquiera su madre que monitoreaba de reojo sus movimientos, sólo con la atención necesaria para salvaguardarle la vida, pero no suficeintemente como para inmiscuirse en tal dilema.

Esperábamos, entonces, que llegara a concluirlo (al fin y al cabo una deducción como esa era posible a los 7 años). Pero no lo hizo, estaba en la acción y en ella se hundía sin ningún destino.

Cuando perdía la paciencia corría hacia adentro, volvía, exclamaba mirando al cielo y gritaba: ¡mar maldito! Era él quien tenía la culpa de su fracaso.

¡Pobre!- pensamos, no se da cuenta de su responsabilidad en este acto. Era tan obvio que no podría repararlo, así como tan claro fue después que su intención no era hacer arreglo alguno, sino vivir, una y otra vez, el derrumbe de un sueño en ese gesto.