sábado, diciembre 22, 2007

mi navidad

En mi casa se comía pollo asado, ensalada de porotos verdes y tomate en la cena de Navidad. Eso era para nosotros una cena fina. Ese clima, con los olores de nuestra cocina y de todas las cocinas en preparativos. Escuchábamos el sonido de las pistolas espaciales que venían de la calle, el coro de objetos musicales que entraba por los ventanales.

Afuera la noche estaba negra como siempre y los pasajes de nuestra población se llenaban de muñecas que caminan, de bicicletas con flecos coloridos, timbres, patinetas, pelotas o un robot cuadrado no aerodinámico.

Recuerdo el olor a goma nueva de las muñecas y las ganas de comérmelas. Recuerdo a mis hermanos y sus ojitos brillantes abriendo regalos, los dulces, el vieeeejo árbol de Pascua, los adornos quebrados, las luces que no funcionaban (había que encontrar a lucecita jefa para que activara al resto).

Recuerdo que en mi casa nunca había scotch para envolver los regalos, que mi mamá se enojaba porque la tijera negra salía de la máquina de coser pero no volvía.

Recuerdo la leche asada y a mis padres haciendo milagros con las lucas. No era una navidad pirotécnica la nuestra y yo la amaba tanto! con las peleas en la mesa, el amurramiento de alguno, el silencio de mi padre, la alegría y la congoja de mi joven madre, su solera de verano, tan linda.

No puedo hacer que eso vuelva a mi vida y aún no encuentro cómo replicarlo.

2 comentarios:

De paso dijo...
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De paso dijo...

Lo mismo pensaba hace unos días; de que esa noción de familia, soporte, ese calor en las tetas de mi madre, jamás regresarán, porque eso le pertenece a los niños... y creo que a nosotros nos toca interpretar el rol para que los nuestros puedan tbn vivirlo, para que otros lo hagan en unas cuantas generaciones, hasta que nos volvamos viejos pensando que pucha que lindos esos días, donde el sol de la tarde se posaba como miel en mi living, haciéndome creer que el mundo olía dulce.
Después viene eso del adolecer y hacemos un tremendo quiebre, justo ahí donde esa inocencia nos deja de pertenecer.
Pero como ud bien dice, a mí me queda la locura :) Mi forma de sentirme a salvo, en nido propio.