sábado, julio 21, 2007

La familia

David pregunta cuánto nos queremos, pero tú no entiendes lo que pide.

Yo comienzo a masticar mierda con tus frases desafortunadas y dudo, dudo de todo.

De la misma forma en la que invierto tanta energía en esta familia en la que creo, la que anhelo, la que me espera al final de la semana como un premio luego de haber corrido la rutina, de la misma forma, me alejo de la otra familia, la que tuve por defecto, la que me duele cuando recuerdo.

Y toda regla de amor, compañía y comprensión corre para este nuevo clan que armamos, no para el que por años me acompañó. Ya casi no los pienso y siento pena por ello.

En alguna época fuimos tan nuestros, comiendo sopaipillas durante las lluvias del invierno, caminando de regreso del colegio. Fuimos tan familia con nuestros odios de niños, con nuestra solidaridad de hermanos frente a la indiferencia de los adultos.

Actualmente parecemos arrancados de aquel seno por una fuerza centrífuga. Como si hubiésemos esperado la más mínima oportunidad para huír despavoridos. Cada movimiento nos ha alejado y cada palabra que decimos a nuestros hijos no corre para nuestros hermanos, ni para esa vida de antaño que nos separa, a la que le hemos dado vuelta la cara para seguir vivos.

No podemos volver atrás. Tenemos que seguir el camino.

1 comentario:

nadie dijo...

pienso que en el camino, a veces, hay cabida para lo que fuimos,lo que somos