jueves, septiembre 14, 2006

Están todos afuera buscándome

Por las noches, la familia se agrupaba en torno a una fogata en la playa, dando la espalda a una especie de campamento gitano que se armaba en los veranos. Ahí comenzaba el espectáculo. Las tías y los tíos celebraban las gracias de las primas, que por cierto, yo consideraba des-agraciadas. Cantaban con la falta de pudor que caracteriza a los desafinados y reafirmaban en el aplauso colectivo la percepción de un talento que no poseían.

Yo las miraba con piedad, pero más adelante supe que con rabia. A los 7 años yo tocaba la guitarra que mi madre me había enseñado y jugaba con mi padre a identificar los instrumentos musicales en las canciones. Fue el único talento que recuerdo vieron en mi por esa época y justamente el que me decidí a jamás mostrar. Por eso en aquellas alborotadas fiestas nunca cedí a la petición del público, jamás canté para ellos y no sé por qué si siempre quise hacerlo. Evento tras evento pedían la aparición de mi faceta artística y yo me negué hasta que se cansaron.

Dijeron que yo era "especial" como mi padre, lo que aseguro no era ningún cumplido.

Alguien debió haber visto lo que pasaba y adelantarse al hecho que esa experiencia me acompañaría toda la vida. Suelo decir que estoy sola, pero en principio todos estaban afuera buscándome.

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