lunes, marzo 24, 2008

Están todos afuera buscándote

Por las noches, la familia se agrupaba en torno a una fogata en la playa, dando la espalda a una especie de campamento gitano que se armaba en los veranos. Ahí comenzaba el espectáculo. Las tías y los tíos celebraban las gracias de las primas, que por cierto, yo consideraba des-agraciadas. Cantaban con la falta de pudor que caracteriza a los desafinados y reafirmaban en el aplauso colectivo la percepción de un talento que no poseían.

Yo las miraba con piedad, pero más adelante supe que con rabia. A los 7 años yo tocaba la guitarra que mi madre me había enseñado y jugaba con mi papá a identificar los instrumentos musicales en las canciones. Fue el único talento que recuerdo vieron en mí por esa época y justamente el que me decidí a jamás mostrar. Por eso en aquellas alborotadas fiestas nunca cedí a la petición del público, jamás canté para ellos y no sé por qué si siempre quise hacerlo. Me negué hasta que se cansaron.

Dijeron que yo era "especial" como mi padre, lo que aseguro no era ningún cumplido.

Alguien debió haber visto lo que pasaba y adelantarse al hecho que esa experiencia me acompañaría toda la vida. Suelo decir que estoy sola, pero en principio todos estaban afuera buscándome.

2 comentarios:

nadie dijo...

qué pasó?

Jorge García Torrego dijo...

¿Por qué a veces somos tan reservados con nuestra propia familia?
Guardamos nuestras bellezas dentro, para que sigan siendo privadas y nadie las toque.
Es algo raro, pero a mi también me pasa.
Un saludo