
Contó Manuel que el diablo siempre lo acompaña, cada noche cuando se acuesta y cada mañana cuando se levanta. Se sienta atrás de él en las negociaciones; es una historia más de Fausto y Mefistófeles. Él dice que no puede arrancar y que cada tanto divisa al demonio en una esquina, hermoso y desafiante encarándole a dios su fracaso. Manuel se ríe y nos mira fingiendo humildad. "Yo no lo busco", exclama, pero las oportunidades llegan a su oficina.
Él cree que a todos nos pasa lo mismo pero yo sostengo que está equivocado. Yo, personalmente, lo he buscado muchísimas veces. Me he puesto vestidos rojos, negros, cortos, largos. Le he ofrecido mi alma, mi cuerpo y lo he gritado a los cuatro vientos, pero al parecer, yo no soy tan atractiva ante sus ojos.
Incluso una vez estuve a punto de hacer un juramento. Alguien dice de mí que es un falso deseo, pero la autenticidad sirve cuando uno pide a dios y yo con él ya no negocio hace rato.
Es probable que no resulten los estereotipos... estoy pensando cómo seducir al diablo o al menos entender por qué hasta ahora me ha ignorado.
Es probable que no resulten los estereotipos... estoy pensando cómo seducir al diablo o al menos entender por qué hasta ahora me ha ignorado.