
Nunca le pido nada a Dios, entre otras cosas, porque no me concede lo que le pido. Mas bien, yo no le concedo a él la posibilidad de hacer mis deseos realidad así gratuitamente, sin mérito alguno.
La verdad, no creo en dios, no le miro, ni le pienso desde mis tiempos de adolescencia.
Y tal vez sea esta cuota de soberbia la que me tiene exausta por estos días. Habiendo jugado tanta energía, estrategia y argumento, convencida de que las cosas cambiarían, como si de mérito se tratara, como si fuera -en palabras de mi amiga Mel- que la vida da cuando uno pide.
Pero aún estoy aquí en los mismos lugares, con los mismos sentimientos y pensando, ahora sí, en que lo que hago no basta, anhelando una ayudita externa de la suerte o algún santo. Estoy errando a pesar de mi esmero. Así que dios, si no vas colaborar, al menos mantente al lado del camino. Si cambias de parecer, entonces, dame un milagro para empezar otra vez.
La verdad, no creo en dios, no le miro, ni le pienso desde mis tiempos de adolescencia.
Y tal vez sea esta cuota de soberbia la que me tiene exausta por estos días. Habiendo jugado tanta energía, estrategia y argumento, convencida de que las cosas cambiarían, como si de mérito se tratara, como si fuera -en palabras de mi amiga Mel- que la vida da cuando uno pide.
Pero aún estoy aquí en los mismos lugares, con los mismos sentimientos y pensando, ahora sí, en que lo que hago no basta, anhelando una ayudita externa de la suerte o algún santo. Estoy errando a pesar de mi esmero. Así que dios, si no vas colaborar, al menos mantente al lado del camino. Si cambias de parecer, entonces, dame un milagro para empezar otra vez.