
El otro día estuve cara a cara frente a tu tristeza. No pensé jamás que fuera capaz de recibirla, entre otras cosas, porque la tristeza es en sí un acto solitario.Uno puede "ayudar a sentir", como en los antiguos velorios a la viuda, o decirle a un amigo que ya pasará. Pero sólo logrará salir del paso, romper la incomodidad frente al dolor ajeno. Quienes han estado en ese transe saben que nada de lo que hay afuera calmará la pena, o la pérdida.
Pero el otro día yo estuve dentro de tu tristeza, la sentí en mis dedos, en mis huesos... y la quise.
Yo dije que uno vive la mitad de la vida echando a perder y la otra mitad reparando.
Tu terminaste "optimista reflexión" diciendo que como si fuera poco, un buen día uno se muere.
Claramente no se trataba de consuelo. Estábamos tu y yo frente a nuestra tristeza y no había necesidad de palabras alentadoras.